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GENERACIONES Y VALORES: NO HACE FALTA ROMPER, PODEMOS TEJER

Inés Rodríguez, residente de Os Vilares, una aldea de 80 habitantes en el concello de Allaríz, Galicia. Inés lleva a cabo una labor muy importante e inspiradora, sobre todo por su afán de hacer artesanía desde la valorización de la cultura y la tradición, pero con la audacia de innovar en la sostenibilidad a través de nuevos materiales.



Ana Amrein: Inés, es un placer tenerte con nosotras/os en Raíces y conocer desde tu punto de vista sobre los valores y la identidad del rural. ¿Qué significan para ti las raíces? ¿Qué significa para ti cultura?

Inés Rodríguez: Para mí la cultura es primero algo que enriquece a las personas y que enriquece sobre todo a los pueblos. A los territorios, a las ciudades, a los lugares dónde están las personas. También significa compartir una serie de valores y cosas que identifican a esas personas que están en ese lugar y que las arropa, las une y también las eleva. Yo creo que eso para mí es cultura. Pero creo que las cosas que forman parte de nuestra cultura no tienen siempre por qué ser artísticas. También pueden ser otro tipo de conocimiento, saberes, valores, imágenes, paisajes. O sea, hay muchísimas cosas que forman parte de una cultura que se transmite de una generación a otra y que hace que la propia comunidad se sienta parte de algo.

Ana Amrein: Tú eres una gran rescatadora de la cultura. ¿Cómo lo enfocas?

Inés Rodriguez: Pues mira, lo enfoco de una manera un poco egoísta. Yo creo que todos/as hacemos cosas que nos gustan y a mí todo lo que tiene que ver con el entorno cultural, sea mío o sea de otros lugares, me parece una cosa estupenda. Es una manera de ver la vida. O sea, yo creo que hay muchas cosas que nos vamos perdiendo porque vamos yendo muy deprisa y a veces miramos mucho hacia adelante y nos olvidamos de mirar hacia atrás. Y en ese proceso, te vas dejando cosas, te vas dejando gentes y te vas dejando muchas cosas que, por abrazar algo que no sabes muy bien qué va a ocurrir, vas dejando en el olvido. Entonces para mí también es importante ir hacia adelante sin perder de vista lo que hay detrás. O sea, nunca hemos dejado tan atrás las cosas como las estamos dejando ahora. Y quizás un poco por esta prisa y este correr hacia adelante.

Ana Amrein: Que interesante, claro, porque ahí estás hablando de presencia, de ir creando un un camino sin perder las raíces.

Inés Rodriguez: Sí, sí, totalmente. Yo creo que siempre hemos profundizado en las raíces que tenemos. Lo que pasa es que muchas veces cuando hablamos de raíces o de tradiciones pensamos en no se pueden tocar, no se puede cambiar. Y sí que es verdad que a veces no se pueden cambiar o no se pueden tocar, pero eso no impide que no las conozcas y luego también que las adaptes porque el mundo sigue hacia adelante.

Mi generación (entre los 40 y 50 años) no hemos pensado en que las cosas que estábamos haciendo, iban a repercutir en muchas cosas que están viviendo nuestros hijos. Creo que hemos perdido ese sentido de la responsabilidad que tenían nuestras generaciones anteriores a la hora de tomar decisiones en nuestras vidas. Y ya no hablo de grandes decisiones, sino en nuestras vidas cotidianas, de las cosas que hacíamos o cómo las hacíamos. Además la gente de mi edad tuvo la oportunidad de estar en contacto estrecho con sus abuelos y abuelas, pero este lazo tan estrecho ya no se da tanto entre las nuevas generaciones (los adolescentes de hoy en día) con sus abuelas. Creo que esa rotura sí que se va a notar. Por eso creo que también es importante recuperar todas esas tradiciones o todos esos saberes que todavía están vivos, pero que poco a poco están desapareciendo porque ya no pasaron a los y las jóvenes. Es una pena que no consigamos que pasen a las a las generaciones futuras.

Ana Amrein ¿Por qué crees que ha sido así? ¿qué pasó en tu generación que hiciera que esta tradición empezara a interrumpirse?

Inés Rodriguez: Las personas de mi generación intentamos romper con muchas cosas, entre otras también el mundo rural. ¿Por qué? Porque no estaba de moda. En mi caso, yo que me dedico al textil, pues si hacías punto no eras una mujer moderna. Pero esto no aplica solamente al mundo textil, también aplica a la cocina. O sea,muchas mujeres de mi generación no cocinaban porque no era “pro”. Lo “pro” era ir a trabajar y lo que en ese momento era más cool era que fueses una gran ejecutiva.

Esta fue la primera ruptura con el mundo rural. Ahora, tenemos que tener en cuenta el factor de la tecnología, que es maravillosa porque nos conecta y permite acceder a conocimiento muy variopinto. Pero si te fijas, muchos jóvenes aprenden a cocinar con YouTube, pero no aprenden con sus abuelas o no aprenden con sus padres, o no aprenden la receta tradicional, sino que tienen que pasar por una pantalla para que te enseñe algo que tú antes aprendías en tu casa.


Creo que aprender a hacer una tortilla de patata de tu abuela no tiene nada que ver con la aprenderla a través de una pantalla. ¿Por qué? Porque se aprenden otras cosas en la manera de hacer o de la manera de cómo lo hace que no se pueden transmitir de otra forma, no más que de persona a persona. Es en la interacción real y presencial que se transmiten los valores, de las tradiciones de nuestra cultura.

Ana Amrein: Me parece brutal lo que estás diciendo, porque nunca lo había pensado así. Por ejemplo, el otro día aprendí a hacer Rösti, un plato típico suizo (soy medio suiza) a través de Youtube. Yo me pasaba todos los veranos en Wauwil (Suiza), en el pueblo de mi abuela y nunca lo aprendí. Y desde luego que cuando me comí ese Rösti estaba fatal, no tenía nada que ver con el de mi abuela.

Inés Rodriguez: Y si tu abuela estuviera viva, seguro que hubiera dicho “bueno o bueno tan mal no está, seguro que le falta un poco más. La siguiente te va a salir mejor.”

Ana Amrein: Total, es que es verdad. O sea, al final mi madre no cocina...Es super interesante lo que estás diciendo. Entonces ¿cómo hacemos para volver a estas tradiciones? Porque tú lo estás haciendo.

Inés Rodriguez: Tenemos una serie de recuerdos, de emociones que van ligadas a cosas. Yo tengo muchos clientes que nos compran porque su memoria y sus recuerdos están ligados a buenos momentos realizados. Pues eso, en su infancia, como tú decías, con tu abuela, con tu madre, con el textil que tocaban cuando eran niños. Digamos que a mi me apasiona es la parte de unión con lo que ha sido antes y lo que es ahora. Para mí es un tema de enriquecimiento creativo, ¿no? O sea, el tener técnicas tradicionales me permite hacer tejidos o piezas mucho más creativas que cuentan historias mucho más especiales. Es poner en valor un determinado producto, los valores que van asociados a ese producto. Y también para mí, una herramienta creativa que me permite experimentar mucho más. Creo que a los jóvenes debemos enseñarles a que valoren estas herramientas y a que si se han perdido de alguna manera, pues también ellos tengan interés en buscarlas y en recuperarlas, porque es lo que te decía: Forma parte de su patrimonio y forma parte de nuestra cultura. Y claro, sí que es cierto que está genial ir hacia una globalidad que todos debemos respetarnos. Yo creo que es maravilloso conocer culturas de otros lugares porque te enriquece, pero no implica que tengas que perder la tuya. Y me parece que eso es fundamental. Muchos de nuestros jóvenes no conocen nuestra cultura, no conocen nuestra historia, no conocen nuestro pasado. Y es difícil poner en valor algo que no conocen.

Ana Amrein: Toda esta carga de valores, de vivencias, de experiencias de nuestros antepasados, la llevamos en nuestro ADN. Y afecta nuestro momento presente. Muchísimas veces no somos conscientes de que cargamos con las historias de nuestros antepasados porque no las conocemos. También me parece muy interesante lo que estabas mencionando de lo completo que es el trabajo que estás haciendo, porque llevándolo otra vez el tema del YouTube (que consumimos la información a través del oído y la vista) nos estamos perdiendo sobre todo de lo kinestésico.


Inés Rodriguez: Sí, sí, sí, sí, sí, totalmente, totalmente. Cualquier actividad manual como por ejemplo amasar te incrementa el nivel de percepción y te dota de una sensibilidad que impacta de manera positiva en tu psicomotricidad fina, la percepción del espacio y tu actividad creativa. A mí me llama mucho la atención que en el mundo de la tecnología se busca gente creativa. Pero la gente creativa tiene que crear y para crear también necesitas mucho los sentidos, necesitas mucho las manos. Entonces yo muchas veces me pregunto qué va a ser de los creativos del futuro si no están trabajando esa creatividad a través de otras sensaciones y ya no te hablan ni siquiera del bienestar, como decías tú, antes yacerá trabajos donde no hay tiempo, donde los puedo disfrutar, donde puedo experimentar.

En este mundo tan rápido, no tenemos tiempo tanto para experimentar, para probar o para sentir con diferentes sentidos.

Ana Amrein Sí total, y el ritmo en el mundo rural y en los pueblos cambia. Uno tiene más posibilidades de soltar y sentir con todos los sentidos. Tú recuperas costumbres, prácticas, procesos.¿Por qué lo haces desde el rural?

Inés Rodriguez: La artesanía inevitablemente está muy, muy, muy, muy ligada al rural. Porque los procesos artesanales empezaron en el rural muchas veces para cubrir primeras necesidades y otras veces para optimizar recursos en las dos. En los dos casos siempre iba una cosa unida a la otra. Yo empecé a tejer en un extremo de mi casa, en un espacio que habilita para para tejer. Y de repente me vi rodeada de las vecinas de la aldea, quienes al oír el ruido del telar, les despertó recuerdos de la infancia. En mi pueblo antes había seis o siete telares y todas ellas, inevitablemente, al oír el ruido, se acordaban de sus madres, de sus abuelas. Me venían a contar las historias.

Y fue así como empecé a recoger lo que me contaban. También me traían piezas. Yo tengo piezas antiguas que se tejieron en la zona que ellas me traían diciendo “Se va a perder, ya está muy roto, está muy estropeado”; y me di cuenta de que ellas me lo traían sin darle valor: “porque lo hizo mi madre, porque lo hizo mi abuela o porque mis hijos ya no lo aprecian y tal”.

Y me picó la curiosidad. Entonces empecé a recoger esos testimonios, a quedarme con las piezas y a investigar y a investigar, a investigar. Y me di cuenta de que muchas de esas piezas no iban a poder reproducirse tal como se hacían antiguamente. Hoy en día es imposible, porque ellas tejían, pero al mismo tiempo plantaban, recogían. Era un proceso que duraba un año o dos años. Al ritmo que vamos hoy en día sería prácticamente imposible porque tendría que plantar el lino, recogerlo o tener las ovejas, esquilar la lana, lavarla, etc. Y todo este proceso, como decíamos, formaba parte de un ciclo cultural. Porque además era un proceso colectivo, comunitario. Todos los vecinos de la aldea se involucraban en el proceso. Existía una cultura del tejido que estaba muy presente y todo el mundo conocía los procesos.


El conocimiento se transmitía (de manera oral) de generación en generación y las mujeres tejedoras se preocupaban de enseñar a las niñas o a la siguiente generación para que ellas también supieran hacerlo. Era un tema de supervivencia, era un tema de responsabilidad con las generaciones futuras. En mi opinión creo que tengo una obligación con ellas para que esta tradición tan valiosa no se pierda.
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